“Yo iba manejando por la carretera en el Estado de Puebla, de noche, cuando hice parada debajo de un puente. De repente aparecieron decenas de seres pequeños; salieron de las sombras. Yo los vi claramente a través del parabrisas. Comenzaron a brincar sobre mi coche, riéndose como locos. Al otro día vimos que el vehículo todavía traía las marcas de sus pies diminutos…”
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“Crecí en un pueblo pequeño, por la Costa Chica de Oaxaca. De niña, vi los chaneques en varias ocasiones. Una vez iba caminando al lado del río con mi hermana menor y oímos unas voces extrañas; estaban hablando en una lengua desconocida para nosotras. Miramos hacia la orilla del río y vimos dos chaneques—una hembra y un varón—sentados en el suelo, platicando entre sí. Me dio mucho miedo, pues sabía que esos animales hacen maldad. Entonces agarré una piedra, la bendije en el nombre de la Virgen, y se la aventé a los chaneques para espantarlos…”