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A los socios de Maya Vinic, a los miembros de la Mesa Directiva, y a sus familias—
Les redacto la presente carta con el fin de expresarles mi eterna gratitud por todo lo que me brindaron Vds. durante los últimos 15 días.
Realmente es un privilegio poder pisar esta tierra sagrada donde los campesinos indígenas han luchado, a lo largo de varios años, por sus derechos y por su dignidad. Para mí fue un honor poder convivir con gente de tan noble carácter como el que reflejan Vds., fue un placer y un gustazo poder pasar tanto tiempo con los cafetaleros y apicultores que se han empeñado en brindarles un mejor futuro a sus hijos, a sus nietos, a sus comunidades y a su tierra.
Les digo con toda franqueza que en Vds. he visto un grado de sinceridad, hospitalidad, generosidad y nobleza que rara vez se encuentra en este mundo.
De manera especial quisiera agradecerles a Don Fernando y a Don Marcos la hospitalidad que me mostraron al abrirme las puertas de sus hogares. El hecho de que Francisco, a unas escasas 24 horas de haberme conocido, me recibió en su casa, demuestra la generosidad inédita de los pueblos indígenas de la República Mexicana. A Marcos le agradezco la oportunidad de estar en su hogar por 3 días y de conocer a su hermosa familia. Estoy seguro que Dios se lo pagará.
A Don Pablo, gracias por orientarme y regalarme tanto de su valioso tiempo durante estas semanas. A todos los miembros de la Directiva, gracias por permitirme observar sus reuniones y sus talleres “como mosca en la pared”. Y a todas las mujeres y los varones que forman parte de la cooperativa, y a todos los demás que me conocieron, les agradezco su paciencia conmigo y con mis intentos (a menudo fallidos) de hablar la lengua tzotzil.
Si en algún momento de mi estancia he ofendido a alguien sin querer, le pido disculpas. A todos, a cada uno de Vds., les digo de todo corazón—y me tendrán que perdonar la grosería—les tengo un chingo de respeto. Espero que nunca pierdan su valor, su solidaridad mutua, su orgullo y su nobleza. Recuerden que la unión hace la fuerza, y que no se les olvide nunca:
"Moj k’an tonkaxan…" (chiste local en lengua tzotzil)
Con fraternidad y solidaridad,
David Schmidt
Les redacto la presente carta con el fin de expresarles mi eterna gratitud por todo lo que me brindaron Vds. durante los últimos 15 días.
Realmente es un privilegio poder pisar esta tierra sagrada donde los campesinos indígenas han luchado, a lo largo de varios años, por sus derechos y por su dignidad. Para mí fue un honor poder convivir con gente de tan noble carácter como el que reflejan Vds., fue un placer y un gustazo poder pasar tanto tiempo con los cafetaleros y apicultores que se han empeñado en brindarles un mejor futuro a sus hijos, a sus nietos, a sus comunidades y a su tierra.
Les digo con toda franqueza que en Vds. he visto un grado de sinceridad, hospitalidad, generosidad y nobleza que rara vez se encuentra en este mundo.
De manera especial quisiera agradecerles a Don Fernando y a Don Marcos la hospitalidad que me mostraron al abrirme las puertas de sus hogares. El hecho de que Francisco, a unas escasas 24 horas de haberme conocido, me recibió en su casa, demuestra la generosidad inédita de los pueblos indígenas de la República Mexicana. A Marcos le agradezco la oportunidad de estar en su hogar por 3 días y de conocer a su hermosa familia. Estoy seguro que Dios se lo pagará.
A Don Pablo, gracias por orientarme y regalarme tanto de su valioso tiempo durante estas semanas. A todos los miembros de la Directiva, gracias por permitirme observar sus reuniones y sus talleres “como mosca en la pared”. Y a todas las mujeres y los varones que forman parte de la cooperativa, y a todos los demás que me conocieron, les agradezco su paciencia conmigo y con mis intentos (a menudo fallidos) de hablar la lengua tzotzil.
Si en algún momento de mi estancia he ofendido a alguien sin querer, le pido disculpas. A todos, a cada uno de Vds., les digo de todo corazón—y me tendrán que perdonar la grosería—les tengo un chingo de respeto. Espero que nunca pierdan su valor, su solidaridad mutua, su orgullo y su nobleza. Recuerden que la unión hace la fuerza, y que no se les olvide nunca:
"Moj k’an tonkaxan…" (chiste local en lengua tzotzil)
Con fraternidad y solidaridad,
David Schmidt
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