Friday, September 23, 2011

EL ARTE DEL LENGUAJE

Es un placer sublime leer las obras de Gabriel García Márquez. La precisión de sus palabras—fruto de su conocimiento de varios idiomas—le presta un carácter poético a sus escritos. Son pocas las personas que saben manejar la lengua castellana con tal destreza.

De igual manera es un gustazo hablar con ciertos campesinos cuyo conocimiento de español resulta limitado…por el puro hecho de que una conversación fácilmente se convierte en un juego de adivinanzas.

Estaba sentado en una reunión de caficultores de la comunidad de San Juan Coatzóspam, haciendo todo lo posible por tratar de entender el diálogo en la lengua mixteca, cuando se me acercó un señor. Creo que le parecí interesante, exótico, diferente, y quiso entablar una conversación conmigo. Sin embargo, después de pasar por las primeras preguntas obligatorias de “cómo te llamas, de dónde eres, etc.”, se nos dificultó la comunicación debido al hecho de que el vocabulario del señor consistía en unas doce palabras aproximadamente.

A continuación les presento algunas de las delicias de dicha conversación:

DIÁLOGO 1

SEÑOR LUGAREÑO: “Son colonia que está Usted.”

DAVID: “¿Cómo, perdón?”

SEÑOR: “Son colonia que está Usted.”

DAVID: “¿Qué si vivo yo en una colonia?”

SEÑOR: “Son colonia que está.”

DAVID: “¿Dónde?”

SEÑOR: “Allá.”

DAVID: “Emm…sí. Creo que sí.”

DIÁLOGO 2

SEÑOR: “¿De dónde? Usted”

DAVID: “San Diego.”

SEÑOR: “Santiago.”

DAVID: “San Diego.”

SEÑOR: “Ah, Santiago.”

DAVID: “San Diego. Sa-n-di-e-go-o.”

SEÑOR: “Santiago.”

DAVID: “...sí, cómo no.”

DIÁLOGO 3

En un momento y sin aviso previo, el señor comenzó a hablarme en una voz extremadamente baja. Se me dificultaba oírle y varias veces tuve que pedirle que repitiera lo que había dicho. En una ocasión, parece que se le olvidó por completo lo que me había querido comentar…

SEÑOR: (diálogo incomprensible) …mi sobrino… (más palabras enunciadas en voz baja)

DAVID: “’¿Mande Usted?”

SEÑOR: (sin cambiar su tono de voz) ……..sobrino.

DAVID: “Pero ¿qué de su sobrino?”

SEÑOR: “Es mi sobrino.”

DAVID: “Me imagino. Pero ¿qué fue lo que Usted me quiso decir acerca de él?”

SEÑOR: “¿Quién?”

DAVID: “Su sobrino.”

SEÑOR: “Él es mi sobrino.”

DAVID: “Me alegra saberlo.”

A pesar de tantas confusiones, no puedo ni burlarme ni reírme del señor de San Juan Coatzóspam. A final de cuentas soy yo quien decidió ir a su pueblo, donde se habla mixteco, no viceversa. Y me ha quedado muy claro que yo, al tratar de hablar en mixteco con los lugareños, cometo miles de babosadas y metidas de pata que van mucho más allá de los diálogos arriba citados.

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