Infelices policías de tránsito de la ilustre Provincia de San Diego de Alcalá—oídme vosotros.
Pronto llegará el glorioso día en que el Señor de los Ejércitos, en su eterna y divina justicia, pondrále fin a vuestra tiranía impune. Habéis atentado contra mi nobleza y mi honor, pues no cesáis de chingarme la vida sin causa alguna. Por lo tanto ruégoles a la Santísima Virgen Nuestra Señora de Fátima y a todos los Santos porque derramen sobre vuestras cabezas el divino castigo hasta que sobreabunde.
Os presento, para vuestra atenta consideración y para que os sirva como ejemplo de la tiranía a la cual se nos sujeta sin reposo, el caso que a este humilde servidor sucedióle esta misma mañana.